jueves, 6 de octubre de 2011

Un día de mierda

Tener un día de mierda es una gran oportunidad para echarse a escribir pelotudeces. Despotricar es peligroso, en términos racionales, pero divertido como pocas cosas lo son. Y ahí es donde me detengo -o más bien, lo que me movió a llegar a este lugar-: la sarta de idioteces que el marketing de las empresas que desarrollan inutilidades varias, te vende como "divertida forma de...", pueden ir a lavarse el orto.

El 99% de las veces, nada de eso es "divertido", ni "cool", ni "fashion". Mucho menos, una "nueva forma más divertida" de hacer amigos, ni de pegarse un baño o curarse un esguince. Éstos, como diría Capusorto, desarrollan terminologías que como barra bravas suben al colectivo de nuestro lenguaje y le sacan el asiento al buen hablar.

Steve Jobs pega desde el costado de la muerte que acecha, y con el genio previo que desarrolló en Stanford permite abrir la cabeza a que realmente, chupa un huevo lo que hagas antes, pero disfrutar cada instante como si fuera el último y sentir que la pasión corre por la sangre aún cayendo en errores a los que el corazón -tonto como pocos- lleva indefectiblemente. Pero es muy largo de pensar. Hacer, para bien y para mal; ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Ser el idiota único, no el "piola" convencional.

Formas, estructuras, gurúes; todos nos venden la formulita de la vida. Todos vienen a decirnos cómo tenemos que vivir, nos venden recetas pelotudas para aprender a vivir (acá tendría que compartir un video de Violencia Rivas, así que acá va) y todos llegan al mismo final: duraznito envuelto en una fajita de madera, manjar de los organismos que repelemos en vida pero se hacen nuestro cielo -y suelo- cuando toca el timbre él verdadero gurú, el que creó y no dio lecciones y nos dejó acá tirados, sin amparo y con un libre albedrío que no sabemos aprovechar.

No compres recetas de nadie (mucho menos esta, así que si querés compralas), hacé y equivocate, meté un pelotazo de mitad de cancha y si se va a la tribuna se irá; si entra, estarás en todos los diarios de mañana, si no te tapa algún culito que salga en Tinelli, más en bolas que de costumbre.

Es divertido escribir sin ganas de escribir, como cierre antes de partir.

Ayer, fantástico. Hoy, deleznable. Motivo, ninguno. En casos, ambos.

Feliz y asqueado del extremo bipolar.

Espero que la hayan pasado RE divertido.

Viva Perón.

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Para los que creen que la mierda es momentánea, meto una actualización unas cuantas horas más tarde.

Me repugna también leer falsedades. Me asquea la mentira. Leer a seres pensantes -y muy inteligentes- mentir crónicamente para torcer pasiones y voluntades ajenas, me parece mala leche. Grupos de pseudo-ambientalistas 2.0 que no salen de las redes con el coraje que allí esgrimen, enchastrando canchas ajenas -intentándolo en realidad, porque no le hacen ni una mancha al perro con sus basofias- es poco útil para la concepción pragmática que es la que caracteriza movimientos como el ambiental.

Las banderas de su corazón flamean frente a sus ojos. Bengalas de ricota aún prendidas después de los muertos inútiles, avivan fuegos inconducentes de una fiesta popular que no es tal, si no se respeta a sí misma. Todos somos el rito, todos sangramos corazones por las victorias que el horizonte nos regala. No podemos, por regla estratégica de toda guerra -por más pacífica que sea-, traicionar al propio bando. Los cuerpos yacen bajo una caja de ravioles y un sifón que ya sin gas se parece a un tubo de oxígeno.

Me pierdo en asociaciones, lamento que la inutilidad me saque las ganas de creer en algo más, y me afirmo fuerte a lo que hoy creo, viendo que afuera no hay chance más que la Fuerza -parafraseando a Star Wars y a algún que otro Stormtrooper de carne y hueso que anda vigilando urnas prematuramente- de acallar divergencias que, independientemente de algún que otro útil fin práctico, en algunos casos, tienen medios bobos, soberbios y discriminadores.


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