sábado, 27 de febrero de 2010

CDLXXVII: En vuelo

La obscenidad de una aeronave es estridente en todos sus modos; reverbera así su trueno desafiante ante el endeble poder gravitatorio derrotado, y la soberbia altitud militante y compañera aunque de estrellas solamente. Cuan factible es desde aquí, creer que el parámetro divino y sus papiros -transmitiendo siglo a siglo verdad y conocimiento sobre los cimientos de la fe- han de haber sido redactados en plena ruta aérea. Cielo e infierno, ahora si, en su debido lugar. Y la esperanza del hombre, solo este instante suspendido en el tiempo, algo más evidente, pero tan librado al azar como los destinos de aquellas hormiguitas que invisibles a nuestros ojos, siguen creyendo en el empírico y absoluto gobierno del saber, comerciando con su sangre por un título de propiedad y asesinando en nombre de su verdad. Aquí entre las estrellas todo es rotunda y drásticamente diferente; un día nublado es un día sin tinieblas; lo absoluto es prescindible, y este puente, tan débil como una despresurización repentina. Así es como aquí, trascendiendo la ventana al universo que se abre como nunca, todo es belleza. Tanto las fulgentes compañeras, como aquellos ínfimos y empequeñecidos dominios de Luzbel, de cuya truculenta realidad hemos sido ya advertidos.

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