Suelo pensar profundamente qué palabras regalar para un saludo de cumpleaños, cómo ubicarlas, qué deseo hacer extensivo, qué pasiones; pero generalmente, por no decir siempre, me resigno y largo un "felicidades ché, que tengas un gran día!". Cuanto más cercano es el ser en cuestión, más pienso la dedicatoria perfecta, el mail extenso o la presencia deseada: ¡la sorpresa! Pero no hay caso, casi siempre es ese insulzo "felicidades".
En este caso, me resigno de antemano, la hago corta, me evito un dilema y no le deseo felicidades a ella, me las deseo a mí. Porque en este año que nos encuentra caminando en el mismo planeta, pero también en el mismo sendero, el homenajeado soy yo. Me congratulo por todo lo vivido en su compañía, me reconozco sonriente y felicitado, por la gracia de los acompañamientos que hacen de lo feliz, la felicidad. Una sensación permanente, que subyace y trasciende todo lo aleatorio y azaroso de un facial y espúreo estado de ánimo.
Así es que la hago corta: me miro, me veo feliz y me deseo felicidades. Y a ella un infinito agradecimiento. Por todas las felicidades que no me desea, sino por las que me regala, día a día, despertar a despertar, anochecer a anochecer; en todas las aristas que los distintos planos nos regalen, o mejor aún, en las que juntos construyamos.
Por derribar las fronteras. Por saber izar mil banderas. Por hacer del mundo un lugar más lleno de colores, como espejismos en los tamices de la melancolía.
Por su cumpleaños.
Por el nuestro.
¡Felicidades!
2 comentarios:
Happiness only real when shared. La sonrisa y la felicidad brotan de nuestras manos. En comunión.
:)
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