El último domingo, en pleno triunfo del PRO en el ballotage porteño, este espacio cumplió tres años de constancia y me agarró hablando de política. En aquella primera entrada hacía alarde de las creencias, del dogma que puede llevarte al olvido; y como clavado en una cruz amorfa, tres años después, seguí hablando de lo mismo.
Pasaron estilos, formas, máscaras y puentes; pasaron colores e imágenes, ráfagas y brisas. Pasó la tragedia, pasó el amor. Y volvió; con fuerza, uno y lo otro. Porque así andan nuestras existencias, pasito a paso, sobre la tierra del camino, con un sol que arde, un frío que anestesia y el viento... el viento que todo lo empuja.
Hoy es tiempo de dedicarme un nuevo adiós: el adiós a la cuantía. No más numerología en el titular de cada expresión, sin importar la forma que luego adquiera. Deja de existir el antes y el después, porque comprendo que en este lugar, como en el cielo, todo es ahora. Todo está y deja de estar, al mismo tiempo. Todo se subyace y, a su vez, se magnifica gracias al impulso recibido por la interrelación de los factores.
El pasado que no quiere ser contado alimentó este presente sin fecha ni nombre, que es hoy y que es ahora, para perpetrarse para siempre en los ocasos del mañana.
Empecemos juntos a escribir otra historia. Una que vivirá por siempre.
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