es el exilio.
Atroz el desgarro
vacua la ausencia;
despedir desde el muelle
a un cuerpo que es mío,
y parte inexorable
en naufragio al olvido.
Sin poder precisar
con empírica certeza
si me voy o me quedo,
si la nostalgia del adiós
me toma por asalto,
o el bajo vietre estalla en una cosquilla
que es preludio al más fiel erotismo,
a lo incierto.
Sólo una certidumbre:
la escición.
El jirón, el después.
En el agua, los crepúsculos
que mis ojos ya no ven
o no absorbe el alma ausente.
El aire desterrado
en la tierra del miedo
y las promesas de amor
atiborradas en un galpón
de un milímetro de concavidad.
Como urdiendose entre ellas,
tejiendo lianas de recuerdo
en la eternidad de su milímetro.
Y yo
y mi alma
o mi cuerpo
o quien sabe,
exiliado en todas partes.
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