sábado, 19 de diciembre de 2009
CDVIII: La última curda
Amaro obsequia, dulce, un adiós en esta tarde gris. A través del cristal alquimista, que en cuestión de segundos convirtió el sol en baldazos de lluvia, lava mejor sus penas que con el más puro alcohol. Levanta la cabeza y respira la noche de sabor añejo y acidez fulminante, muerte y resurrección. Verla por la mitad, medio llena o medio vacía, aunque le baste saberse vacuo en absoluto, y el reflejo del cristal sea sólo ilusorio, un tal vez. La regala, la entrega a otros condenados al vicio de su néctar. La entrega y la olvida. Esta vez no extraña. Esta vez elije ser.
Publicado por
Mauro Fernández
a las
18:31
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