Tengo que sacarme el vicio del tilde constante. Parece un dogma, una forma de vida, que se quiere manifestar con fuerza, con ímpetu, como diciendo "
mi honra está en juego, y de aquí no me muevo" -como el gran Rodrigo Díaz de Les Luthiers-. O en todo caso, seguir escribiendo tilde tras tilde, sin respiro, pero viviendo con la métrica perfecta de esos tachos. Tildes, acentos, ímpetu... 3D de la misma moneda.
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