domingo, 31 de julio de 2011

DCXXXV | La Fiesta de la Democracia (3)

El déficit democrático y la importancia de la participación*

Hace unos días comencé a leer el libro Boiling Point –Punto de Ebullición–, de Kumi Naidoo, en el cual el autor hace hincapié en lo que llama "déficit democrático". Relata cómo este déficit abre las puertas a la participación ciudadana, la hace indispensable y alienta indirectamente a que seamos mejores en el ejercicio de una democracia real. Explica el debilitamiento de las instituciones a nivel global para revelar la falta de confianza en la democracia. Exactamente eso es lo que llevo a una menor escala, una local aunque en un contexto global.

Estamos ante un ballotage que definirá los próximos cuatro años de la Ciudad de Buenos Aires, el hogar de muchos de los que hoy están leyendo este artículo. Es inminente la posibilidad de trazar un cierto destino, o al menos de creer en la ruta elegida que nos sirva de puente hacia el futuro que merecemos.

Los aliento con toda mi pasión a que voten a quien quieran, pero siempre que crean en la democracia real, no en la utópica. Voten, si una vez que salgan del cuarto oscuro se comprometerán con el fortalecimiento de la plataforma democrática en todas sus aristas, y no sólo en una mera boleta ‘testimonial’. Construyan la sociedad que todos queremos más allá de la urna, voten a quien voten –voten o no voten–; nadie les impedirá ese derecho, que es lo mejor que tiene vivir en democracia, sea cual fuere. Los “indignados” de España acampan en la Plaza del Sol porque “todo da igual”, PP y PSOE son dos caras de una misma moneda de corrupción, negocios inmobiliarios y encubrimientos del poder económico global. Indignémonos nosotros también, de una vez por todas; acariciemos el hartazgo, pero actuemos con apremio y con pasión.



“Hablar del futuro sólo sirve si nos lleva a la acción hoy”, leí en el libro al que hice referencia más arriba. Independientemente de a quién voten el próximo 31, trabajemos a partir de ahora para recuperar la confianza en las instituciones que tanto nos han desilusionado con el paso del tiempo y la experiencia. Construyamos un país –y una Ciudad– en el cual “democracia”, signifique algo más que sufragio universal y obligatorio, y evoque más bien un plano de discusión, construcción y decisión popular; donde las minorías sean escuchadas más allá de las oportunidades que les regalan las encuestas, donde todos tengamos una posibilidad de cambiar el mundo en el que vivimos.

En lo personal, mi opción es el no-voto; mi modelo de cambio es sistémico y estructural, y ninguno de los candidatos gobernará, siquiera un momentito, representándome. Guardo, de todas formas, mi preferencia. Quisiera creer que hay un ámbito de participación real que, lamentablemente, se ve subyugado ante el histrionismo apolítico porteño.

Les propongo el ejercicio de votar a conciencia, y de mantenerla luego por cuatro años. Que esa conciencia los lleve a involucrarse activamente en la política del día a día, no necesariamente en la partidaria, y que tomen partida en la realidad que luego los llenará de alegrías y frustraciones, lágrimas y sonrisas. Porque los hechos fortuitos no existen. “Yo, como Dios, no juego a los dados y no creo en las coincidencias”, dice el protagonista en un momento alto del film “V for Vendetta” –o “V de Venganza”–, y nos muestra la interrelación de la realidad política con la cotidianeidad más común.

Actuemos. Involucrémonos. Tracemos un boceto de nuestra vida desde la base de la participación ciudadana. No dejemos que otro lo haga por nosotros. No les demos el gusto de caer en el nihilismo, ni seamos tan ingenuos de pensar que poniendo una u otra boleta, el entramado del poder actual cambia. Creamos en nuestras elecciones.

Fortalecer la democracia es algo totalmente distinto a votar al menos malo.

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*Leé los capítulos anteriores de esta entrada:


2 comentarios:

JC dijo...

No podría coincidir más con vos.

Mauro Fernández dijo...

No lo hagas, entonces. Pero que hayas llegado hasta ahí ya es bueno. Gracias ju.