Hace horas me enteré del asesinato de Facundo Cabral en Guatemala e inmediatamente me abrazó un profundo pesar. Si bien jamás lo vi en vivo ni conozco su obra con detalle, siento que una parte mía es suya -y seguramente también a la inversa-. De chico, mis viejos me susurraban una canción de cuna que más que canción es una declaración de principios, un manifiesto de independencia, una estrella de libertad: Vuele bajo.
Con la empatía de cualquier muerte con la vida que la precede, Facundo se fue. Dejó en su fugaz estela un legado digno de ser descubierto por todos y cada uno de los que anden de tránsito por el mundo. El mundo no es mundo sin Facundo Cabral y sus palabras, sus ideas.
"No hay muerte, hay mudanza", dijo el artista en No estás deprimido, estás distraído. Lo escucho y lo entiendo, lo saludo y le canto la milonga que pidió en este No soy de aquí ni soy de allá. Le devuelvo el abrazo que me regalaron mis padres -a ellos les agradezco-, y los dejo a ustedes con esa lección que es Vuele bajo.
Hasta siempre, Facundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario