No mueran los jazmines,
no mueran todavía.
Donde el Sol no los alumbra
y los amores se eternizan,
se cocinan vastas guerras,
se hacen grito los sentires
que enarbolan las historias,
entre pares producidas,
guionadas, compartidas.
Alcen su vista al cielo,
o hacia el techo que los acoge,
los esconde del prejuicio,
los protege del hostil andar del mundo.
Crezcan sanos, vigorosos,
que el amor les sea escuela;
que las risas, navidades.
Los abrazos, de eternidad
dulces anhelos. Los amores,
nómades y encantados.
Padres.
Madres.
Padres y madres de tristes jazmines,
que se secan en la oscuridad,
o se elevan a la inmortalidad.
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