miércoles, 23 de junio de 2010

DXLVIII: Percepción del Iberá

El arpegio perfecto para remontar la cometa de la tierra. Horizonte a cuatro vientos, entre esteros pisa el hombre, tan parasitario y febril que puede quizás contaminar la bosta misma, con sus halos de mordacidad intolerable. Hombre es también aquel poblador de facón en la cintura, sólo sabe compartir hasta la energía que le falta, el mate que nunca tuvo. Fragmentos de la historieta de ser y pertenecer; de estar soñando o repensar sueños despiertos. Arpegios de Vedder acercan a la concepción de lo primogénito, del espíritu libre que sólo es esclavo de su propia ignorancia cultural, tan inmensamente libre fuera del mundo de los muertos que la metrópoli aglutina, entre tumbas de ochenta pisos y epitafios de licenciado. Respiro de golondrina, atravesando inerme la madeja de ensueños y reflejos que regalá el Iberá. Paz y perseverancia, subyaciendo el manto de la guerra territorial. ¿Por qué será constante la defensa de la belleza? ¿Por qué será que la bruja malvada de Disney, toma formas impensadas y quiere hurtar la manzana más preciada? Será quizás la envidia del pez gordo sin ingenio, que escatima en sentimientos y desborda vicio ineludible para su misma angurria de santificación. Vuela el chajá, vuela sobre un alambre ya caído por las fuerzas de la naturaleza; renace el yacaré del estero sublevado. Danza bello corcel, libre como el viento de correr hacia la eternidad.

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