jueves, 24 de junio de 2010

DXLIX: Confesiones de invierno

Ansias de explicarte, un sentimiento inenarrable y tan ajeno al entendimiento. No habrá mejor lugar para realizarme, culminarme y hacer cumbre en mi sensación etérea de querer conocer un poco más. O de estar, y decir te quiero. Necesidad de independencia, libertad inmaculada. Compañerismo reciente de sangre cristiana en rituales hindúes. Guitarra y resurrección. Quizá elija el lugar menos frecuentado, el que apuesto que no se encuentra, para que el destino depare si una visita repentina vuelve a hacerte caer, y puedo decir sin miedo, sin represalias, sino como algo real, momentáneo y sentido. Querer estar, un ratito, para acompañar el dejo gris de esa mirada sufrida que dicta con los latidos y redacta los versos más tristes con sus pupilas. Nada más, sólo eso. Un invierno menos frío. Entre el vino y otras noches, menos tímidos, quizá hasta un poco menos borrachos; siempre entre colchones literatos sobre el parqué, pirámides de agrio vidrio y la esperanza cansada sobre el marco del porvenir.

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