lunes, 13 de febrero de 2012

Atucha I: el riesgo de lo prescindible

Comparto una nota que escribí en el blog de Greenpeace, con relación a la parada de emergencia de Atucha y lo prescindible de su aporte energético a la matriz nacional. Argumentos que el Ministerio de Planificación enunció y que no podrá olvidar cuando quiera posicionar "la importancia estratégica" de la energía atómica.

El último martes se produjo un récord sin precedentes de demanda energética en la República Argentina, según informó la Cámara Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (CAMMESA). Por la intensa ola de calor, se registró un pico a las 14:40hs y correspondió a una demanda de 21.907MWe. Sin embargo, Atucha I, la primera central atómica inaugurada en América Latina en 1974, viejita ya, no ofreció energía para cubrir esa demanda. Pero para entender mejor esta historia, vamos a tratar de entenderla paso por paso.
¿Qué evidencia esta gran demanda energética? Por un lado, un crecimiento exponencial en el consumo, vinculado a un desarrollo poblacional y también a una falta de conciencia de ahorro y eficiencia a la hora de utilizar ciertos artefactos eléctricos, principalmente para refrigeración. Por otra parte, que la generación de la energía que consumen nuestros aires acondicionados –por poner un ejemplo–, tienen para funcionar, una altísima dependencia de la quema de combustibles fósiles, los mismos que tienen una relación directa con el incremento de la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos (1)  –como las olas de calor o de frío–, formando un círculo vicioso entre el derroche en el consumo y sus inevitables consecuencias climáticas.
En el marco del mayor desafío que enfrentó la humanidad en mucho tiempo, los efectos sociales y ambientales del calentamiento global, los líderes políticos están –¿están?– a la búsqueda de nuevas y rápidas opciones energéticas, sustentables y baratas, para diversificar la matriz energética global. ¿Qué salida encontró Argentina para hacer más sustentable su matriz? Apostar por esa misma energía atómica a la que apostaron Chernobyl y Fukushima. La misma energía atómica que sufrieron sus muertos, sus enfermos y sus evacuados.
Lo curioso del día de ayer, fue que en el pico de demanda, Atucha I tuvo que salir de servicio en una parada no programada por una falla en el generador eléctrico de la turbina. Además de evidenciar que las fallas en las centrales nucleares existen y son corrientes –como en cualquier actividad humana, al contrario de lo que la industria quiere hacer creer–, lo magnífico es que se haga luz sobre lo prescindible de una central obsoleta y pequeña como Atucha.
Un vocero del Ministerio de Planificación, en un intento de llevar calma a la población por la falta de suministro declaró que esa situación “no complicará el abastecimiento satisfactorio de la demanda” ya que Atucha “aporta sólo 300 megavatios a un sistema de 22.000, y que “existe suficiente producción energética para atender toda la demanda”.
En Greenpeace, sabemos y denunciamos hace décadas que esto es así, pero aún hoy, en los albores del siglo XXI, tenemos que preguntarnos: ¿Por qué seguimos jugando en la ruleta rusa que nos ofrece la energía atómica, aún cuando sus beneficios son insignificantes?
Esta realidad debería llamarnos a la reflexión sobre lo necesario y lo evitable. Generar más energía y quemar menos combustibles fósiles, es necesario. Alimentar un circuito nuclear de alto riesgo e irreversibles consecuencias, es absolutamente evitable.
La energía atómica no sólo se trata de riesgos, sino de impactos irreparables y reales, como el legado secular de los residuos radiactivos que la misma industria lleva 60 años preguntándose qué hacer con ellos. Los trabajadores de las minas de uranio también conocen impactos reales de esta actividad. Y si a esto sumamos los riesgos durante su operación y las potenciales fugas radiactivas,queda fuera de todo debate racional y ético la utilización de energía atómica para generar electricidad.
Haber sorteado este pico energético sin Atucha es una cabal evidencia de que los peligros vinculados a la energía atómica –presentes en todos los 435 reactores en actividad en el mundo–, desde la extracción del Uranio en las minas hasta la disposición de sus residuos radiactivos, son totalmente desproporcionados en relación con lo prescindible de su aporte energético. Por eso, damos una categórica respuesta ante una pregunta que hace mucho tiempo la sociedad civil y política argentina no se hace:
¿Nuclear? No, gracias.

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Nota:
1- “Existe una relación de al menos un 99% entre el aumento de los días cálidos y la actual gestión que el ser humano hace del planeta”, Thomas Stocker, experto perteneciente a la Universidad de Bern y jefe de grupos científicos del IPCC.

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