lunes, 4 de junio de 2012

Hacerle el juego a la derecha -o viceversa-

Tengo un problema: unos me tildan de "peroncho", otros me tratan de gorila. Entre los seres más cercanos y queridos, se diferencian algunos que me creen indefinido, los que eligen el más elegante "ecléctico" y hasta los que se animan a un incomprobable "equilibrado"; pero generalmente soy un polo u otro. 

No me queda claro si celebrar el pago de la deuda, los juicios por los crímenes estatales de los setenta, la AUH, como medida cortoplacista pero necesaria, la Ley de Matrimonio Igualitario, Muerte Digna, Identidad de Género, Ley de Medios, Ley de Salud Mental, estatización del sistema previsional, o el tenue avance hacia el control de nuestros recursos naturales; entre tantas otras cosas que me olvido, me hace un acérrimo K; ni si mis fuertes críticas a la falta de política energética y su consecuente salto del superávit al déficit energético que nos obliga a pagar millones en importación de combustible, el modelo extractivista -y cada vez más expansionista- minero y sojero, la falta de políticas de inclusión hacia los pueblos originarios, las trabas al comercio multilateral en el marco del Mercosur -que lo debilita estúpidamente-, la maquinaria propagandística silenciadora de toda verdad alternativa al "relato" oficial, la falta de explicaciones sobre cuestiones clave del desarrollo nacional, y la falta de planificación al respecto de YPF y de los modos empleados para tomar una medida populista que busca cambiar de socio para enfrentar un negocio multimillonario, más que asociar a los argentinos en la preservación de nuestros recursos; entre varias otras más, me convierten en un gorila.

El párrafo anterior quiso ser eterno y ambiguo, para evidenciar gráficamente -y como muestra gratis- lo extenso que puede haber tanto de un lado como del otro de la mesa. No cuenta qué tan largo tengamos el pergamino; eso no compra la verdad. Tampoco lo compra el 54% de los votos en una elección presidencial, aunque algunos lo crean; ni la mayoría parlamentaria que vota con ojos tapados lo que el aparato ordena desde arriba. No. No puede pretenderse estar en dominio de la verdad absoluta, pero menos aún hostigar, silenciar, BORRAR -con mayúsculas de catástrofe- a quien piense diferente, aún cuando esté equivocado.

El desparpajo con el que "la Presidente de los 40 millones de argentinos y argentinas" se olvidó de uno de ellos, el fundador del diario cuyas bodas de plata estaba celebrando, me resulta grotesco. Aplaudo -y apoyo- a Jorge Lanata y su "Carta Abierta" al respecto, pero no quiero quedarme acá -mejor lo hizo ya Martín Caparrós. (No, tampoco quiero dejar el tema sin mencionar y condenar la agresión a un periodista del programa 678, en uno de los cacerolazos de la última semana: la prensa es la garantía de libertad en las democracias modernas.)

Quiero citarles un fragmento de "Cartas a un joven disidente" (2003), un libro de Christopher Hitchens, escritor y periodista británico al respecto de estos procedimientos maniqueos en la construcción de una sociedad. Él va a contarles mejor de qué viene la mano cuando creemos que el mundo es blanco o negro, así como a sacarme algunas dudas al respecto de la casi insoslayable "toma de posición".



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Guardo conmigo dos textos favoritos para exorcizar esta clase de tentación. Uno es un ensayo escrito por George Orwell en noviembre de 1945 y titulado "A través de un cristal rosa". Lo escribió en la época en que el Ejército Rojo acababa de "liberar" a gran parte de la Europa ocupada por los nazis, y en que estaba mal vista cualquier crítica a los libertadores. Con todo, el corresponsal de Viena del Tribune, el semanario socialista para el que Orwell trabajaba, juzgó dignos de mención las violaciones y los pillajes cometidos en la ciudad por las fuerzas soviéticas:


   El reciente artículo del corresponsal en Viena del Tribune ha provocado una avalancha de cartas furiosas en las que, además de llamarle estúpido y mentiroso, y de formular contra él acusaciones de las que podríamos llamar rutinarias, figuraba asimismo la insinuación muy grave de que debería haber guardado silencio aun en el caso de que estuviese contando la verdad.
   Cuando A y B son adversarios, a quien ataque o critique a A se le acusa de ayudar y respaldar a B. Y a menudo es cierto, en un análisis objetivo y a corto plazo, que está facilitando las cosas a B. Por consiguiente, los que apoyan a A dicen: cierra la boca y no critiques o, por lo menos, hazlo "constructivamente", lo que en la práctica siempre significa favorablemente. Y de aquí no hay más que un paso al argumento de que la supresión y la distorsión de hechos conocidos es el principal deber de un periodista.
   Poniendo un excelente ejemplo de este proceso en acción, Orwell citaba la inteligencia de la propaganda nazi en la guerra que acababa de terminar:
   Entre otras obras, emitieron Pasaje a la India, de E. M. Forster. Y, que yo sepa, ni siquiera tuvieron que recurrir a una cita fraudulenta. Precisamente porque el libro era, en esencia, veraz, podían utilizarlo para los propósitos de la propaganda fascista. Según Blake, "Una verdad, con mala intención enunciada, / es mucho peor que cualquier mentira inventada", y quienquiera que haya visto que sus propias declaraciones vuelven a él, propagadas por la radio del Eje, comprobará la fuerza que tiene esto. En efecto, quien haya escrito algo en defensa de causas impopulares o haya sido testigo de sucesos que es probable que suciten controversia, conoce la temible tentación de desfigurar o eliminar los hechos, sencillamente porque cualquier declaración veraz contendrá revelaciones de las que pueden servirse oponentes sin escrúpulos. Pero lo que debemos considerar son los efectos a largo plazo.

2 comentarios:

Mauro Fernández dijo...

Me alegro que te guste, gracias por pasar. Ahora te visito.

Abrazo,
Mauro

Mauro Fernández dijo...

Gracias Jessica.
Saludos,
Mauro